No,
no soy politóloga ni experta en temas electorales. Soy una ciudadana común y corriente
perteneciente a la clase media. Amo a México y me preocupa el rumbo que está
tomando el país bajo el liderazgo retrógrado del presidente López Obrador.
Debo confesar que por un instante sentí
admiración por él cuando fue declarado ganador de la elección presidencial para
el periodo 2018-2024. “Al fin lo consiguió”. Pensé. Aunque no voté por él,
estaba harta de la rapacidad del PRI como millones de mexicanos y deseaba un
cambio auténtico para el país; así que al principio del sexenio creí, que lo
correcto era “darle el beneficio de la duda”.
Ya
sentado en la silla presidencial, se sintió dueño y señor no sólo de Palacio
Nacional, sino de los tres poderes que rigen nuestra nación. Fabricó el
escenario perfecto para consumar su protagonismo: “Las mañaneras”. Una vana
repetición del mismo discurso: neoliberalismo, corrupción, los adversarios
enojados, el pueblo manda…
Hasta
la reconocida escritora y seguidora de AMLO, Elena Poniatowska declaró: “Es que
las mañaneras se han convertido en una comedia de equivocaciones desde el
emblemático Palacio Nacional y además en nada le favorecen ni al propio
presidente ni mucho menos al país”.
Bajo
el lema de “limpiar la corrupción” ha tomado decisiones que más bien parecen
caprichos. Comenzó con la cancelación del tan necesario nuevo aeropuerto de
Texcoco. Si el proyecto hubiera estado solamente en planos, quizá podría haber
sido reversible, sin embargo, revertir una obra ya iniciada no sólo alcanzó la elevada
cifra de 332,000 millones de pesos, sino que lanzó un mensaje negativo a los
inversionistas. Además, pretender convertir el aeropuerto militar de Santa
Lucía en civil, raya en lo absurdo. ¿Sabías querido lector que las
aproximaciones aéreas a la ciudad de México fueron cambiadas y que hoy
representan un grave riesgo para la aviación? Esto está avalado por pilotos y
controladores aéreos, pero claro el presidente tiene “otros datos”.
La
desaparición de fideicomisos públicos como el Fondo de Inversión y Estímulos al
Cine, el Fondo de Desastres Naturales, o el Fondo de Innovación Tecnológica de
la Secretaría de Economía, entre muchos más. Las reducciones presupuestales que
casi colapsan los sectores de educación, energía e investigación científica.
Desabasto de medicamentos e insumos en el de por sí deficiente sector salud,
que quedó más que evidenciado con la emergencia de la pandemia del Covid 19. Su
necedad de no usar cubrebocas mandó un mensaje incongruente y falto de empatía.
¿acaso no se predica con el ejemplo? Su pleito con los empresarios también ya
es de todos conocido. Este sector es el que provee empleos y ahora se encuentra
maniatado ante las ocurrencias del presidente. ¿Desaparecer los organismos autónomos
como el INE o el INAI? El poder necesita
contrapesos para no convertirse en dictadura.
La lista de sus erráticas decisiones es muy larga,
pero claro, “está limpiando la casa”. ¿No será que ve corrupción por todos
lados porque la lleva dentro? El poder también corrompe. El mismísimo Porfirio
Muñoz Ledo ha declarado que “AMLO está mareado de poder” y profetizó un trienio
de un gobierno despótico. ¿Hacia dónde
quiere encaminarnos nuestro jefe de Estado?
Recientemente
el diario londinense “The Economist” publicó una extraordinaria portada donde
lo dibujan como el “falso mesías”. Marcelo Ebrard debió ser instruido a
escribir una respuesta. En dicha carta lo que se lee entrelíneas es la molestia
del ejecutivo. ¿Cómo se atreven? Cuando no puede con los retos ni las críticas,
el presidente minimiza; emite calificativos peyorativos, busca culpables, se
escuda en el pasado repitiendo su raído discurso.
Las
telas del protagonismo, el retroceso, el resentimiento social, la necedad y la instigación
son las que confeccionan su vestimenta presidencial. Parece una parodia de sí
mismo.
¡Cuánta
razón tuvo Ricardo Anaya! cuando en aquel debate le dijo: “El problema Andrés
Manuel no es tu edad en lo absoluto. El problema es que tus ideas son muy
viejas… tampoco me parece un problema que no entiendas inglés; el problema es
que no entiendes el mundo.”
Un
pueblo que necesita un “mesías” no es un pueblo sabio, es un pueblo ignorante.
Nadie
salvará a México. Eso solo será posible sólo de manera colectiva. Sumando
esfuerzos no dividiendo ni polarizando. Cada uno haciendo la parte que le
corresponde desde su trinchera con responsabilidad, trabajo bien hecho, honestidad
y pasión. El presidente de una república es el servidor público de más alto
rango y debe gobernar para todos, sin clasificarnos.
Mexicanos:
Lo único que puede enderezar el catastrófico rumbo que lleva el país bajo el
mando de Morena es nuestro voto. Requerimos este 6 de junio ir a las urnas y
crear una oposición que equilibre la balanza. Por el bien de México, por el
bien de todos.