viernes, 28 de febrero de 2025

LA VIEJA FACTURA

 

Ella metió la mano en la oquedad de su corazón y extrajo la vieja factura.  El papel desgastado dejaba entre leer los detalles. Expedida por la niña abandonada que alguna vez fuera, aquella mujer había tratado de cobrarla infructuosamente.  Ni su mismo padre había sido capaz de pagársela durante los años que convivieron. Fue una fantasía haber querido recuperar el tiempo perdido. La idealización del padre ausente chocó con el hombre real.

La mujer lo entendía, sin embargo, la niña la obligó, una y otra vez, a cobrar algo que era impagable. Lo peor había sido, quizá, querer cobrar esa factura al hombre que la amaba. Una mujer-niña buscando ser mirada a cualquier costo para compensar veinte años de invisibilidad e indiferencia. Ese patrón discordante se escondió bajo los proyectos truncados, los fraudes, el sabotaje, la ausencia de placer, la rabia recalcitrante y las vértebras.

Una tarde de invierno, inesperadamente, ella recibiría el último latigazo. Tan certero y punzante que la obligó a alejarse herida y en silencio. Aunque ya no temía entrar a los laberintos, cada descenso era un desgarro inevitable. Esta vez, el espejo roto le devolvió la imagen de una muñeca, con un hueco por corazón, hecha de parches mal hilvanados. Mirar los retazos que la construían le dolía. “¿Cómo podía un corazón hueco doler tanto?”  

—No se trata de llenar el vacío, sino de erigir algo alrededor — le dijo una voz lejana que sonó como un eco.

“¡Ésa era la respuesta!” ¡Había tratado de llenar el vacío de su corazón con una factura impagable!

Cada vez que encontraba una respuesta, el laberinto se iluminaba con una luz tenue, como la de una farola, que le mostraba la salida.

Una vez fuera, guardó el papel ajado en el bolsillo de su vestido y se internó en la densidad del bosque. Conocía bien el camino que la llevaba hasta el Lago de la Restauración. Se descalzó y posó en la orilla de aquellas aguas cristalinas que sabía estaban interconectadas a las entrañas de la Tierra. A las aguas del Origen. Cerró los ojos para escuchar el canto que brotaba como un mantra.

No percibió la llegada del Maestro, el Mago y la Mujer Sabia. Habían llegado para sostener su intención. Se formaron detrás de ella en un semi círculo.

Antes de echar la factura al agua, ella validó y honró su dolor. Era imposible negarlo, pero ya era hora de disolverlo.

Ya era hora…

Se llevó una mano al corazón y con la otra, lanzó el documento. Flotó unos segundos antes de absorber el agua. Las cantidades, los conceptos y la fecha se convirtieron en una mancha bicolor. Un suave oleaje provocó que la hoja comenzara a desintegrarse. Pequeños fragmentos flotaban, como veleros lejanos, en un mar azul. Se quedó mirando hasta que el último pedazo se hundió junto con todo el peso que llevaba años cargando en el cuerpo y en el corazón. Suspiró aliviada. Tuvo la certeza de que pronto sería capaz de crear un bello jardín alrededor de aquella oquedad. Ella misma era un brote.

Miró al horizonte, el sol se ponía como un testigo mudo coloreando el cielo en tonos rojizos, dorados y purpúreos.

    La primavera anunciaba su llegada.


                                                             Imagen tomada de Pinterest