martes, 12 de agosto de 2025

AFECTACIÓN

Los aretes aperlados completaron el atuendo. Me miré en el espejo y sonreí. Me acomodé el dije que me obsequiaste.  “Vos sos una diosa” me habías dicho.

Llegué al Centro de Convenciones donde darías la ponencia. Apareciste en el escenario. Pantalones caqui, mocasines avellana y camisa floreada con los tres primeros botones abiertos. Tu pecho, espeso y encanecido se asomaba. Antes de que mi imaginación pudiera volar, me descubriste entre el público. Me pediste que me sentara en la primera fila. No hubo tiempo de más. El presentador resumió tu impresionante trayectoria.

“Los afectos están para ser sentidos, no para ser pensados”… Fue tu frase de apertura. Vaya que eres bueno con el verbo. Los asistentes, la mayoría público femenino, te escuchaban sin parpadear; pero yo ya no estaba ahí, sino en aquella cabaña donde nos habíamos entregado, al ritmo del crepitar del fuego. Todavía me pregunto ¿Cómo conseguiste afectarme? ¿Convencerme de romper mis estrictas reglas? Tu propuesta, potencialmente erótica, me revistió la piel de deseo. Me abrace a tu delirio en aquella aventura fugaz.

Tu voz rasposa con acento extranjero me devolvió al salón. Narrabas con maestría, la historia de Dioniso, el dios griego del vino y del éxtasis. Yo fui tu Ariadna. Encarnamos el mito y luego, te eché de mi vida porque eras un fuego tan ardiente que terminaría por consumirlo todo.

Vino la sesión de preguntas y respuestas. ¿Cuántas de las asistentes habíamos sido tus alumnas seducidas? ¡Qué ganas de levantar la mano y que respondieras mi dilema ético! No, no era mi intención ridiculizarte. Aunque sólo fui un número más en tu lista de conquista, no estaba ofendida sino agradecida. Había ido a decírtelo, pero no podía correr el riesgo de sentirte cerca. Una palabra tuya hubiera bastado para arrebatarme, una vez más, la razón.

Antes de que terminaran los aplausos, desaparecí entre la multitud.

 

                                              Imagen creada con Copilot