Mis batallas interiores,
todo aquello que no quiero recordar porque me lastima;
todo aquello que ya no me funciona pero que me niego a soltar;
todo aquello que no quiero ver porque si lo viera me daría cuenta
que he estado equivocado por años; toda mi terquedad, mi intolerancia;
mi frustración, esa maldita manía de querer que los demás sean
como yo quiero o como yo necesito;
todo aquello que quisiera decir pero que se me atora,
todos mis miedos, desde los infantiles hasta los imaginarios;
todos esos sentimientos que me he negado a sentir porque creo que
si los contactara me rebasarían;
todas mis lágrimas calcificadas, mis sentimientos enmohecidos,
mis figuras olvidadas.
El dragón simboliza algo de mí mismo. Los demás sólo son espejos,
las personas con las que convivo me muestran rostros de mí que no quiero ver.
Para vencer al dragón se necesita un héroe.
Un caballero valiente, honorable, arrojado y temeroso de Dios.
Un héroe se lanza a las batallas de la vida una y otra vez.
Utiliza su objetividad, su razón, su lógica, su pensamiento como herramientas.
Un héroe está dispuesto a morir en el campo de batalla, por la gloria de haberlo intentado.
Un héroe no se detiene frente a los desafíos de la vida.
Un héroe puede ser fuerte, decisivo, firme en sus luchas pero siempre vuelve a casa,
se quita la coraza y se cura a sí mismo en el cuerpo de su amada.
Un héroe herido se sana con el amor que una mujer le ofrece.
Todos tomamos decisiones, yo elijo cómo quiero vivir.
El dragón me recuerda mis pendientes.
El héroe me da la fuerza para resolverlos.
El dragón me muestra el lado oscuro.
El héroe me da el valor para entrar en esa oscuridad.
El dragón cuida de la cueva.
El héroe sabe que en lo más negro de la cueva puede encontrar un tesoro.
El dragón quiere ahuyentar al héroe.
El héroe sabe que si huye, pierde la batalla y el honor.
El héroe y el dragón viven dentro de mí,
yo decido quien es el vencido y quien el vencedor.
Cuando ya no esté en este mundo, se me recordará por mis acciones heroicas o
por mis miedos no enfrentados.
Antes de partir, quiero decirles a mis hijos cuánto los amo y que si algo les dejo es
el ejemplo del héroe, ese que luchaba ensangrentado pero también era capaz de mostrar
su dolor y así nos convertiremos en leyendas para las generaciones venideras,
por lo menos, sé que hice mi parte...convertí mi vida en una aventura y viví mi drama mítico.