En
el solsticio de invierno, me envuelve una visión. Es la noche más larga del
año, estoy parada frente a la representación de tu nacimiento: Un pesebre; tu
madre María; tu padre, José y tres hombres sabios llegados de Oriente
entregándote regalos. ¿Cómo es posible?
Testifico el mito que nos han contado desde hace dos mil años. Las realidades comienzan a distorsionarse.
La estrella de Belén está postrada en el cielo. Hace frío. Huele a incienso y mirra. La noticia de tu Nacimiento se ha esparcido. Cuando la multitud se dispersa me acerco un poco más. Ahí estás, recostado y envuelto en trapos. Un halo de luz te rodea. Me conmueven tu fragilidad y tu inocencia. Me horrorizo al pensar en tu muerte de cruz. ¡Si tan sólo pudiera… reescribir tu historia, pequeño!
Lo primero que haría sería borrar los dogmas y creencias que se construyeron alrededor de ti. Me gustaría escribir una versión en la que no tengas que cargar el peso del mundo sobre tus hombros. Ni salvar a nadie, porque no es necesario. Si todos somos seres de Dios con la misma esencia crística ¿cómo podríamos no ser impecables? Se inventaron religiones en tu nombre, te encerraron en templos, ritualizaron tu muerte.
En esta nueva edición no es necesario que fenezcas en una cruz ensangrentado
y hecho jirones. No, no tienes que volverte cordero y sacrificarte, ni cumplir
ninguna profecía. No serás carpintero, sino restaurador. Cincelarás corazones
endurecidos, tallarás un camino luminoso, conservarás intacto el recuerdo de
Dios para nosotros.
Con tu vida impregnada de amor será suficiente. Encarnarás el Amor cósmico y aprenderemos la lección. Ya
no tendremos que sentirnos impuros, ni expiar culpas. Ya no estaremos llamados
al sacrificio ni al sufrimiento. Ya podremos abrazarnos, reconocernos como hermanos.
Nos volveremos notas en la armónica sinfonía de Gracia, Paz y Misericordia.
Habitaremos juntos el corazón de Dios.
Solamente
tienes pequeño, que recordarnos con tu Inocencia, la Divinidad que ya somos. ¡Qué
la luz de tus ojos nos recuerde nuestro cielo interior plagado de estrellas de
Fe, Esperanza y Perdón!
¡Qué
esta Navidad, el Milagro sea el Santo Recuerdo de Dios restaurado en nuestras
mentes!