Cuatro energías danzan dentro de mi ser mujer:
La luna creciente: la amazona, en la
luz, la que se fija metas y las consigue,
la entusiasta, la solidaria, una en sí misma. En la oscuridad; la
acorazada,
la justiciera, la impenetrable, la que se mutila, la que echa de su vida
a los hombres.
La luna llena: la madre, en la luz, la que nutre y sustenta, la contenedora,
la que cocina y alimenta, la que abraza y protege. En la oscuridad; la que no
suelta, la chantajista, la inconforme, la que corta las alas de sus hijos.
La luna menguante: la hechicera, en la luz, la amante, la que se entrega al
placer de ser ella misma, la sensorial, la de la buena escucha, la receptiva,
la que abre las piernas, la que se viste de velos. En la oscuridad: la que se
vende, la que hechiza a los hombres y los manipula, la superficial.
La luna nueva: la sabia, en la luz, la chamana, la bruja, la que habla con
la luna, la que escucha su cuerpo, la que hace rituales, la que no le teme a la
muerte. En la oscuridad, la que se aísla, la que pierde contacto con la
realidad.
Soy todas y cada una de ellas. A ratos, por temporadas o por etapa de vida.
Las siento, las reconozco y las
integro. Energías arquetípicas y poderosas. Me rindo ante ellas y me regocijo por ser mujer.
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