Has venido de lo
profundo del Reino de lo Profundo a iluminar mi camino. Mujer enigmática que
guardas en tu corazón, el más secreto de los secretos. Mujer de pisada firme, de
cabellos largos, de alma libre, de gran corazón.
Mujer relegada, juzgada, tratada injustamente,
enviada a los calabozos en un intento de ser borrada. Miles de sentencias han sido dictadas en tu
contra por siglos; miles de dedos acusadores te señalan; miles de proyecciones recibe
tu bendito reflejo; miles de falsedades
pesan sobre tu nombre; pero tu corazón colmado del gozo exquisito de haber sido
la Musa Inspiradora del Verbo Encarnado todavía te alcanza para abrazarlo todo.
¿Quién podría contra la mujer que Jesús siendo hombre amó?
Te amó y no por santa
sino por pecadora; por emerger de tu propia oscuridad; por volver de las sombras
del pecado; porque vio en ti más que en ninguno tu luz interior. Mujer que ante
la magnificencia del Nazareno te arrodillaste a lavar sus pies con tus lágrimas
y tus cabellos. Fuiste el espejo mismo done Él pudo reafirmar su masculinidad.
Colaboraste en el plan divino al legitimar su humanidad cuando fuiste su
motivo. Y aunque no pudiste tenerlo como hombre porque su misión era de otra
dimensión, lo amaste y te amó. Compañera de su Crucifixión que junto con su
madre, María estuviste presente sin interferir con su Santa Voluntad. Testigo
de su Resurrección, te eligió para ser la primera cuando ya estaba del lado de
la Gloria.
María Magdalena toma
tu lugar, el lugar privilegiado que siempre tuviste para Él. Toma tu lugar en
mi corazón y enséñame a estar tan cercana al divino Maestro como lo estuviste
tú para que también mi corazón desborde del gozo exquisito de amarlo y pueda
servirle en medio de la locura de este mundo caótico. Amén
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