martes, 26 de noviembre de 2013

REVELACIÓN

72 nombres para nombrarte y mis labios no se atreven a pronunciar ninguno porque
mi boca está manchada de blasfemia y mi corazón atravesado por la daga de la duda.

Años de juicios inquisidores, de perdones no otorgados, de pleitos interiores.
Años de rezos repetidos, de vanas peticiones, de reclamos y de esperas.
Años de Fe perdida, de forcejeos entre mi caprichosa voluntad, mi ego y mis creencias.
Años de soberbia, de no creer, de duda y temor, de olvidar tu Santa Voluntad Perfecta.

Tu modo silencioso e invisible me incomodó tantas veces. Mi naturaleza de tierra quería verte, fui como Tomás, “hasta no meter mis dedos en tus llagas, creería”. Y no fue precisamente así pero también tuve mi milagro.  ¿Por qué habrías de concederme un milagro a mí que he dudado tanto?  Por tu infinita misericordia, solamente, porque siempre me has mirado.

Quizás fue la sangre de la herida aquel día que me corté,  la que me hizo recordar la sangre derramada de tu divino Hijo hace ya tantos años o tal vez fue el dolor físico que me trajo la imagen de  la cruz  porque eso sí el Crucificado siempre me ha tocado el corazón. Como haya sido mi milagro consistió en comprender tu modo silencioso e invisible. Hoy pude sentir tu invisibilidad, siempre has estado ahí sosteniéndome con tus manos. Esperando pacientemente a que yo salga de mis laberintos inventados. Aunque he elegido no elegirte, tú nunca me has soltado.

Y hoy que comprendo todo esto con la razón y con el corazón, no siento culpa sino una profunda conmoción, porque si culpa sintiera negaría la Redención.

Quizás haya sido mientras dormía, o mientras estaba convaleciente o entre mis risas y alegrías pero ahí estabas invisiblemente Presente, sanando mis heridas de raíz, en lo más recóndito, en lugares que ni sabía que existían. Restaurando mi naturaleza caída, como un escultor restaurando su obra.

Y si tú me has mirado entonces mi búsqueda ha terminado. Tu mirada me ha sanado.

Es mi voluntad que se haga tu Voluntad, porque mi pequeña humanidad no me alcanza para ver la completud de tu bendito Propósito. Aquí me postro ante ti con mi copa vacía para que la llenes de tu Gracia.

Y si la vida late dentro de mí es porque tú así lo estás queriendo y podría quedarme una eternidad diciéndote “gracias” y aun así no sería suficiente. Sé lo que quieres, lo dijiste hace tanto tiempo: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Lo voy a intentar cada día y si no lo consigo sé que estarás para sostenerme hasta que lo logre.

Lo único que puedo ofrecerte ahora es este llanto sincero y estas palabras que han salido de mi corazón tocado por tu santo misterio. Es mi ofrenda para ti ABBA.

 

 

Imagen de internet

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