72 nombres para
nombrarte y mis labios no se atreven a pronunciar ninguno porque
mi boca está manchada
de blasfemia y mi corazón atravesado por la daga de la duda.
Años de juicios
inquisidores, de perdones no otorgados, de pleitos interiores.
Años de rezos
repetidos, de vanas peticiones, de reclamos y de esperas.
Años de Fe perdida, de
forcejeos entre mi caprichosa voluntad, mi ego y mis creencias.
Años de soberbia, de no
creer, de duda y temor, de olvidar tu Santa Voluntad Perfecta.
Tu modo silencioso e
invisible me incomodó tantas veces. Mi naturaleza de tierra quería verte, fui
como Tomás, “hasta no meter mis dedos en tus llagas, creería”. Y no fue
precisamente así pero también tuve mi milagro.
¿Por qué habrías de concederme un milagro a mí que he dudado tanto? Por tu infinita misericordia, solamente,
porque siempre me has mirado.
Quizás fue la sangre de
la herida aquel día que me corté, la que
me hizo recordar la sangre derramada de tu divino Hijo hace ya tantos años o
tal vez fue el dolor físico que me trajo la imagen de la cruz
porque eso sí el Crucificado siempre me ha tocado el corazón. Como haya
sido mi milagro consistió en comprender tu modo silencioso e invisible. Hoy
pude sentir tu invisibilidad, siempre has estado ahí sosteniéndome con tus
manos. Esperando pacientemente a que yo salga de mis laberintos inventados.
Aunque he elegido no elegirte, tú nunca me has soltado.
Y hoy que comprendo
todo esto con la razón y con el corazón, no siento culpa sino una profunda
conmoción, porque si culpa sintiera negaría la Redención.
Quizás haya sido
mientras dormía, o mientras estaba convaleciente o entre mis risas y alegrías
pero ahí estabas invisiblemente Presente, sanando mis heridas de raíz, en lo
más recóndito, en lugares que ni sabía que existían. Restaurando mi naturaleza
caída, como un escultor restaurando su obra.
Y si tú me has mirado
entonces mi búsqueda ha terminado. Tu mirada me ha sanado.
Es mi voluntad que se
haga tu Voluntad, porque mi pequeña humanidad no me alcanza para ver la
completud de tu bendito Propósito. Aquí me postro ante ti con mi copa vacía
para que la llenes de tu Gracia.
Y si la vida late
dentro de mí es porque tú así lo estás queriendo y podría quedarme una
eternidad diciéndote “gracias” y aun así no sería suficiente. Sé lo que
quieres, lo dijiste hace tanto tiempo: “Ámense los unos a los otros como yo los
he amado”. Lo voy a intentar cada día y si no lo consigo sé que estarás para
sostenerme hasta que lo logre.
Lo único que puedo
ofrecerte ahora es este llanto sincero y estas palabras que han salido de mi
corazón tocado por tu santo misterio. Es mi ofrenda para ti ABBA.
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