Había una vez un cuento
que jamás había sido contado. Escrito a dos tintas, de oro y plomo esperaba el
tiempo para ser leído. Cyrano, su misterioso autor se había marchado lejos
después de terminarlo, así que no habría a quien preguntarle en caso de alguna
duda.
El cuento tenía la Sabiduría
de los ancestros, el poder transformador de la Alquimia, el Consejo de los
ancianos, la Magia de brujas y magos, la Poesía de la luna y la Fantasía del
Mundo de los Símbolos. Podía ser interpretado de tantas formas diferentes,
dependiendo de los ojos del lector. En un primer plano, parecería solo un
conjunto de bonitas palabas pero para
quien era capaz de leerlo en un segundo plano, se revelaría en toda su
profundidad. Estaba lleno de personajes,
objetos y lugares extraordinarios.
Quien quiera que lo
leyera entraría a un mundo imaginario donde todo tiene un sentido profundo,
donde las verdades sagradas son reveladas y donde no hay cabida para el
reclamo.
El protagonista del cuento era el mismo
lector. La trama, su propia vida y las hojas en blanco, su destino. Podría
recapitular su vida en cuestión de minutos con sólo echar un vistazo. No podría
modificar los hechos pero si podría cambiar la mirada poniéndose los lentes
mágicos que giran como caleidoscopios.
De las conversaciones con
el Vagabundo podría obtener un poco de sana locura, de la bruja beber una
pócima y del mago tener una espada o un mapa. En el
descenso al inframundo ganaría humildad y valor. En los laberintos tendría la
oportunidad de encontrarse con su sombra y dejar de temerle. En el espejo sería
capaz de ver sus reflejos, oscuros y luminosos. Podría enfrentar a sus demonios más temidos y darse cuenta de
que no tienen sustancia. En el fuego sagrado podría quemar lo caduco y
putrefacto para renacer de las cenizas. En la Torre ganaría una perspectiva diferente.
Podría probarse los mil disfraces y saber que ninguno le pertenece porque la desnudez
del alma da ligereza para volar como las aves.
Podría convertirse en rey
o mendigo, en musa o esclava, en canción o estridencia. Podría honrar las
pérdidas y comenzar a callar los gritos de su ego para escuchar los susurros de
su alma. Aprendería que nunca está solo y que el valor de la vida radica en su
travesía. Conocería el hilo invisible del amor que entreteje todo y a todos.
Y cuando el lector
terminara de leer el cuento sabría que: Un poco de magia puede tocar su vida y
hacerlo volver a CREER. Y entonces miraría con la inocencia de un niño,
actuaría con la madurez de un adulto y amaría con la sabiduría de un viejo y
este sería un mundo mejor.
Imagen de internet
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