No,
no es culto a la Muerte. Es una HONRA a la VIDA y a todos nuestros ancestros. A
quienes estuvieron aquí antes que nosotros y a través de los cuales nos llegó
la vida.
Sólo
somos ramas que se entrelazan y van formando nuevos árboles. Si pudiéramos
rastrearnos hasta el Origen, seguramente llegaríamos hasta Adán y Eva o a la explosión
del Bing-Bang.
No
somos tan diferentes. Todos tenemos memorias de dolor que compartimos; heridas
por sanar, resentimientos por soltar, emociones, historias.
Eso
somos, historias. Un párrafo en la vida de otros, quizás un capítulo o inclusive
un libro o varios tomos. Pudiera ser también que fuéramos un borrón o una
página arrancada.
Los
difuntos de mi Ofrenda dejaron una huella indeleble en mi corazón: Mis abuelos
Antonio y Esther; mi bisabuela Luz; mi tía Guille. Mis tíos políticos: Rafael y
Gaby. Por la parte paterna: mi bisabuelo japonés Waichiro, mi abuela Esperanza,
mi abuelo Ignacio y mi padre, Alejandro. Unida a todos ellos de alguna manera, por lo compartido y paradójicamente
por lo no vivido. ¡Me parezco tanto a mi padre y ni siquiera crecí junto a él!
Hoy quiero recordarlos y
recordarme lo viva que estoy. Algún día yo seré la foto de la Ofrenda. Mis hijos
me honraran con un pan dulce partido a la mitad y con una máquina de escribir o
cualquier cosa que represente la escritura.
Y cruzaré el puente de Cempasúchil guiada por la luz de las velas encendidas.
Habitaré en sus corazones, de la misma forma que mis ancestros, hoy habitan en el mío.
En un corazón
vivo jamás seremos olvidados.
Metepec, México
Ofrenda 2021
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