“Somos deseo. Es la esencia del alma humana, el secreto
de nuestra existencia. Absolutamente nada de la grandeza humana, ha sido
completada sin deseo. Ninguna sinfonía ha sido escrita, ninguna montaña ha sido
escalada, ninguna injusticia ha sido defendida o ningún amor ha sido sostenido,
sin deseo. El deseo alimenta nuestra búsqueda de la vida que valoramos.”.
John Eldredge
La
Epifanía más famosa del mundo, es probablemente la que conmemora la Iglesia
católica cada 6 de enero. El evangelio de Mateo 2:9-11 lo narra así:
”Los
Magos se pusieron en camino y la estrella que había visto en el Oriente iba
delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. ¡Qué
alegría más grande habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa
vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron
después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra”.
Hay
algo mágico en este relato, además del significado religioso que tiene para
millones de personas. ¿Cuál es el sentido más profundo? ¿Acaso como los niños,
queremos creer en la Magia? ¿Habremos soterrado el asombro y la curiosidad bajo nuestra adultez? ¿Será quizá que la Magia de los Reyes Magos evoca nuestra
capacidad cocreadora?
¿Quién
no ha querido tener una varita, una lámpara, un genio o simplemente el acceso a
las palabras mágicas que vuelvan realidad nuestros deseos? En mi experiencia he
descubierto que “Abracadabra” no funciona. Y este texto no estaría completo si
no mencionara al “ego”. El maestro del engaño
que nos pone ingeniosas trampas. Una de ellas, es querer las cosas a nuestra
manera y a nuestro tiempo. Entonces ponemos todo el empeño, hacemos planes, nos
ilusionamos creyendo que podemos hacer nuestros deseos realidad.
Recuerdo
claramente mi deseo de escribir un “bestseller”. ¿Qué tan difícil podría ser “teniendo
el don de la escritura”? Pues la Vida me
sorprendió: Sí, si escribí muy buenas historias, pero a la hora de publicar, encontré
editores fraudulentos, o socias sin el mismo nivel de compromiso. Y el
potencial de los libros, se comprimió al igual que mis vértebras. Sobra decir que
la frustración y la impotencia me invadieron de tal manera que quedé devastada.
Después acepté las creencias del colectivo que dicen: “lucha”; “lo importante
es levantarte después de las caídas”; “no te des por vencido”, etc. Y sí, me levanté, pero para caer una y otra
vez. Al punto de perder sustancia; me he sentido fantasmal y etérea,
deambulando en este mundo sin sentido. A veces me siento atrapada en un bucle
de tiempo, donde todo se repite; sin embargo, no dejo de creer en la Imaginación,
la Magia y la Fantasía.
¿Será por eso que un día me topé con una… “médium”?
Colette, una extraordinaria mujer, quien me mostró no sólo un mapa, sino todo el
Reino de la Posibilidad. Me repitió que “el
cómo y el cuándo” dependían del “Gran Espíritu” que yo sólo tenía que sentar la
intención y soltar. Por supuesto mi “ego”, se negó a creer esto y me siguió
confundiendo. Mi conflicto interno siguió pugnando hasta que el cansancio me
venció. “Debía haber otra manera”. Quizá Colette tenía razón.
Hoy
me uniré a la alegría de los niños que encontraron sus juguetes bajo el árbol
navideño o junto a sus zapatos. Hoy creeré que existe un plan divino para mí y
que es mucho mejor que lo que yo he podido imaginar.
La palabra “epifanía”
significa Revelación, así que hoy es un buen día para revelar las verdaderas
palabras mágicas:
“No sé cómo ni cuándo, pero”…
Metepec, México
6 de enero de 2022
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