La
primera vez que leí sobre “la Diosa” fue en un pequeño libro titulado “El valor
de lo femenino” de Marianne Williamson y he de admitir que poco le entendí. ¿De
que Diosa hablaba? Pasarían algunos años para empezar a comprender.
Se
trataba de la fuerza de lo femenino intrínseco a cada mujer. Una energía poderosa
que nos conecta con la Vida en todas sus manifestaciones; por supuesto con la Tierra
y con la luna. En un lenguaje metafórico se asocia a la mujer con las cuatro
fases del astro lunar. Cuatro energías cíclicas. Cuatro rostros. Cuatro danzas.
La luna llena se asocia con el arquetipo de la madre; la luna creciente con la
amazona o guerrera; la luna nueva con la vieja sabia o la chamana y la
hechicera o cortesana con la luna menguante. Un arquetipo es un patrón de
conducta universal que está latente en el inconsciente colectivo para
manifestarse en alguna etapa de la vida.
Fue
con Bárbara, una maestra sacada de un cuento, con quien profundicé estos
conceptos. Escucharla hablar sobre la fuerza de lo masculino, me inspiró. Ella
dijo que los hombres eran como héroes llamados a vivir una odisea. Explicaba
sobre el honor, el esfuerzo, el orden, la palabra; todo asociado al sol. Tenía sentido,
si nosotras éramos luna, ellos debían ser sol. Y no se trataba de competir,
sino de complementarnos.
Entendí
con la cabeza todos esos conceptos psicológicos, pero ¿cómo se bajaban al corazón?
¿cómo encarnarlos en una vida cotidiana? Sí, me imaginaba como una auténtica
diosa, pero lo primero que apareció fue un dolor insoportable. Las heridas de mi
niña, adolescente y mujer joven. A esta energía la llamé: “lo femenino herido”.
Pasarían
muchos años antes de que pudiera verdaderamente sentir estas fuerzas
arquetípicas dentro de mí. Integrarlas con su luz y su sombra. Traté de compartir
este mensaje con otras mujeres, sin embargo, no fue fácil. Las corazas son impenetrables.
Comprendo el dolor de las luchas. Rememorar la historia del rol femenino en
este mundo patriarcal, desgarra las entrañas y quema el cuerpo, como lo hizo la
iglesia en tiempos de la Inquisición.
Marzo
llega con la conmemoración del día 8 que fue un evento trágico en Nueva york. Trabajadoras
textiles protestaron por mejores condiciones laborales y fueron encerradas en
la fábrica a la que le prendieron fuego. Actualmente se sigue exigiendo igualdad
para los derechos de la mujer. ¿Será una lucha inacabable?
El
mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa. Este 2025 llegó con una
fuerza destructora y a la vez transformadora. Tiempo innegable de giros y reajustes;
de otras narrativas.
La
Diosa en mí quiere descansar. Tirarse a la contemplación. La encuentro en el
día, sobre un manto de pasto esmeralda observando las flores y las abejas, y
por las noches sale a mirar la luna y las estrellas. Respira eternidad.
Amanece
y me levanto. Necesito escribir.
“Reconocer
el dolor, es sanarlo. Alimentarlo es perpetuarlo”. Me ha susurrado.
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