¿Será la concepción el momento mágico en el que se
activa “el corazón de madre”?
El corazón de madre es una obra misteriosa. Tiene mil
compartimientos, donde cabe cualquier cosa.
Puede guardar desvelos, cantos, angustias, temores,
aprehensiones, velas de cumpleaños, recuerdos, juegos, risas, disfraces, lágrimas,
risas ¡hasta reclamos y gratitudes!
Se expande y se contrae. Se adapta y se reparte. Se
puede partir en pedazos y volver a reconstruirse. Es el depositario del Amor en
una de sus máximas expresiones. Es un Amor Grande. Quizás uno de sus atributos
más notables sea la incondicionalidad, que es útil mientras los hijos son
pequeños, de ella se sostienen y se nutren pero puede volverse oscura cuando
ellos crecen.
Porqué hay veces que amar tanto sofoca, irrita e
incomoda. Pareciera irreal que un amor tan grande y puro pueda volverse oscuro.
Eso nadie nos lo enseña hasta que los hijos crecen tenemos atisbos de ello, quizás
su rebeldía sea una medida.
Entonces el corazón de madre se consterna, ¡no puede
ser! Pareciera gritar. Podría volverse ciego y sordo y entonces se vuelve
necedad querer cuidar lo que ya no necesita ser cuidado. Se vuelve obsesión si
no emprendemos la retirada. Se vuelve tropiezo y obstáculo para ellos. Corren
el peligro de quedarse atados a nuestra falda para siempre.
Ahora el amor será dar un paso atrás y dejarlos volar
acompañados por el padre, el abuelo, el mentor, el maestro, o quien quiera que
encarne la energía masculina. ¿Cuándo y cuánto ha sido suficiente? Cada corazón
de madre tendrá que tener el valor de descubrirlo.
¿Y no tendrá el corazón de madre un botón de apagado?
Ojalá la respuesta fuera un “sí” pero en el “sí” original
cuando aceptamos la sagrada encomienda
de transmitir la vida, sabíamos que no sería posible. Mientras vivamos,
seguirá latiendo por ellos.
¿Qué nos queda por hacer entonces para no enloquecer?
Recoger
el corazón de madre y guardarlo en un lugar secreto.
Podemos envolverlo en un suave lienzo, o en una cajita
y dejarlo en custodia de una Sabiduría más grande. El camino ya está trazado,
las madres que anduvieron antes que nosotras nos dejaron huella. Humildad y
rendición son necesarias.
Hoy llevo en mis manos mi cajita, no voy alegre, son
las lágrimas quienes me acompañan pero sé del peligro que corren si no lo hago. Entonces
una ráfaga de viento parece empujarme, ya no hay retorno. Y en un susurro del
aire escucho: “Renacerás como mujer”.
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