Un mar de inspiración se agita en mi interior. Olas de
imágenes y símbolos, mitos y arquetipos.
Lo que siento me avasalla y luego
brota en forma de palabras que cobran vida y escriben cuentos. Y me sumerjo en
el Mundo subterráneo de la Imaginación, siento la fuerza del linaje artístico.
Entro en la corriente y me doy cuenta que no importa el nombre sino la obra. Y
veo todo tipo de artistas creando: Escultores, pintores, cantantes, actores,
bailarines, escritores y digo: ¡Sí!
No se trata de fama ni renombre sino de
crear. Y de pronto un remolino me lleva más profundo y veo a los artistas atormentados,
a los talentos incomprendidos, a los genios tocando la locura, a los que se
adelantaron a su época, a los reconocidos “post mortem” y me pregunto:
¿Cuál es
el destino de mi escritura?
Y aparece ante mí, un reloj derretido como
invitándome a olvidarme del tiempo. Y reconozco mi pluma. ¡Es tan antigua! Y me
regalan nuevas tintas y pergaminos en blanco y me dan un nuevo título: “Artesana
de la Palabra”.
El mar se agita y vuelvo
a la cotidianidad, al teclado de mi computadora y leo lo escrito y me inclino
en profunda reverencia comprendiendo que las respuestas vienen de adentro.
Imagen de Aimee Stewart
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