lunes, 25 de septiembre de 2017

19 de Septiembre de 2017


El reloj marcó el tiempo. La Improbabilidad estaba lista para actuar. Una vez más aquella tierra azteca sería sacudida, en el mes patrio. ¿Ironía, coincidencia o causalidad? El escenario no era nuevo. Se repetía como una vieja cinta de 1985. El movimiento fue abrupto. Los derrumbes, inevitables. Las pérdidas, lamentables.

Por misteriosas razones, sus habitantes solían sacar lo mejor de sí mismos en medio de la Tragedia. El dolor aparecía como un elemento unificador. Los egos doblegados ante una verdad milenaria: La Grandeza ancestral de un pueblo mágico.

La Empatía y la Solidaridad aparecieron entre los escombros. La Incertidumbre dormitaba entre los días que se hicieron noches y las noches que amanecían. Y bajo tierra aguardaba la Esperanza.

Inevitable para algunos, la cita con el Destino. Una honra profunda a quienes perdieron la Vida. El sabor amargo de la pérdida que siempre enseña algo. Lo efímero de lo material que recuerda lo verdaderamente importante. La vacuidad que obliga a llenarse de lo Eterno. El recuerdo que nos devuelve al lugar donde alguna vez fuimos Unidad. El espejo de la Otredad que nos refleja nuestra frágil humanidad.

Una sociedad abruptamente sacudida de su letargo, de su inercia y apatía. Una sociedad arrojada al servicio, motivada por el bien común. Sin protagonismos triviales. Héroes anónimos sin más nombre que “Mexicano”. Un despertar irreversible.

Vendría un tiempo de Resiliencia. Una pausa para tomar fuerzas. El camino de la Reconstrucción ya había sido trazado por aquellos que no se rinden, por aquellos que escucharon el llanto de un México herido que quiere sanar, que confían en que un día la Solidaridad será cotidiana.

El despertar de una conciencia colectiva que ya no quiere volver a dormir.

 México
19 de Septiembre de 2017

                     Imagen tomada de internet

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