Para cuando llega la Navidad, ella está agotada. Parece desentonar con la algarabía y la fiesta. Siente la imperiosa necesidad de guardarse en sincronía con el invierno recién llegado. Anhela entrar en los confines del Silencio para sentir auténticamente el renacer de la luz crística.
La
historia del niño nacido en un pesebre es un relato sublime, sin embargo, es hora
de encarnarlo en su templo interior. La semilla, largamente guarecida brota robusta
con el potencial de poblar un reino, el suyo… Nadie puede hacerlo en su lugar.
Es tiempo
de recibir el regalo más preciado. El recuerdo intacto en la memoria cósmica.
El mismo Verbo antes de encarnar; previo al quebranto, la confusión y el
olvido.
Ella
restaura su corazón y purifica su intención. Siente la paz del recogimiento y
también dice: “Sí”. Lleva su propia ofrenda hecha de letras, huesos y
muérdago.
Ella
quiere servir al Amor, amando; a la Luz, brillando y a la Vida, viviendo.
Para
cuando llega el fin de año, ella se ha hecho una promesa…
Imagen tomada de internet
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