Lavi llevaba un
pergamino dorado en las manos, tenía que atravesar un largo pasillo. Como
flanqueando su camino estaban algunos seres oscuros que le querían arrebatar
tan preciado tesoro; también estaban la Avaricia, el Reconocimiento, la Fama y
la Fortuna quienes extendían sus manos ofreciendo tentadoras ofertas para que
les entregara el papiro; pero ella caminaba con los pies firmes en la tierra y
la mirada al cielo. Recordó todo ese tiempo que pasó deseando ser publicada,
persiguiendo premios, forzando oportunidades sintiéndose tan decepcionada y
frustrada. En otro momento hubiera dado cualquier cosa por ver su sueño hecho
realidad, pero el divino Maestro tenía otros planes para ella y su escritura y
ahora lo comprendía. Podía sentir con su intuición la gran tentación que
representaba caminar por ese pasillo pero sabía que no debía distraerse pues el
divino Maestro la esperaba al final del camino. Ella tenía la libertad absoluta
de detenerse, pero en esta ocasión había elegido por encima de todo al Gran
Hacedor. Ya había estado demasiado tiempo perdida en laberintos engañosos. Sabía
que su don para escribir bellas palabras, le había sido otorgado de lo Alto,
que no le pertenecía, que simplemente se le había dado como un instrumento de
sanación para sí misma y para compartirlo con los demás cuando fuera el momento
preciso. Recordó también cómo su Ego había querido tener reconocimiento por
esas pequeñas grandes obras que escribía con el alma; pero todo eso había
quedado atrás sólo era cuestión de caminar un poco más. El ambiente se
enrareció y por unos instantes dudó en quedarse por ahí, podría escoger entre
varias opciones cómo siempre lo había querido. Respiró profundamente y avanzó
tres pasos más. Al fondo había un espejo sobre una mesa de madera preciosa.
Lavi sabía del poder de los espejos, éstos eran capaces de mostrar o bien los
reflejos más luminosos o los más oscuros, entonces recordó los espejos rotos
que había dejado atrás. El pergamino comenzó a brillar y Lavi asomó su rostro
al espejo, pidiendo en su interior no ver algo grotesco. Para su sorpresa,
apareció un hermoso cáliz que centelló cuatro veces, antes desaparecer y
después apareció el rostro del divino Maestro con su mirada profundamente
amorosa. Por unos instantes sus miradas se fundieron en una sola, ella era él y
él era ella. Lavi se reconocía a si misma en la mirada de aquel Hombre. Su pecho
se agitó y su alma se conmovió. Lavi estiró las manos para entregar el
pergamino y las manos del Maestro salieron del espejo para tomarlo. Lavi se
hincó ante tal manifestación de gracia divina. Jeshua, estiró el pergamino y
sopló su aliento divino sobre él haciendo que las letras cobraran vida y se
fueran volando.
-Estas palabras
escritas con tu pluma, llegarán a los corazones atormentados y serán como un bálsamo
que aliviará el dolor. Ésta es mi voluntad. Hecho está.-
Lavi asintió con la cabeza.
¿Cómo decirle no al divino Jeshua? Y solamente murmuró:
-En mi libertad, elijo
elegirte.-
Ahora sus voluntades serían una sola. Al
rendirse a la Voluntad Suprema, Lavi sin siquiera notarlo, santificaba su vida.
Los ángeles y guardianes que estaban cerca se regocijaron y todos los demás seres tuvieron que irse lejos pues en el corazón de la escribana ya no había lugar para ellos.
Sin duda, Jeshua tenía
grandes planes para ella, que se irían revelando como un mapa codificado. La Creación estaba siendo restituida y el Plan
Divino estaba en marcha pero sólo quienes veían con los ojos del alma podían
darse cuenta; sólo en la profundidad del silencio se revelaba esta verdad
sagrada. Ahora Lavi comprendía el modo silencioso e invisible de Dios. La Paz la
abrazaba y podía sonreír desde el corazón.
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