El hacedor de libros estaba tan
ocupado que no había revisado su brújula que le orientaba para buscar los
escribanos que le faltaban para cumplir su
encomienda. Debía reunir textos
escritos con plumas de diferentes aves. Cada especie de pluma tenía un poder
especial y hacía que su portador se convirtiera en un escribano del alma. Aunque eran muchos y estaban diseminados por
todos los reinos, tenían una misma misión: colaborar con el plan divino del
amor, tocando corazones a través de la palabra escrita. El buen hombre ya había
encontrado los textos escritos con pluma de águila, cisne, búho,
colibrí y gaviota sin embargo, le hacía
falta encontrar a los portadores de la pluma de pavo real y de ave fénix.
Mientras tanto, Lavi escribía
cuentos de sanación para corazones atormentados, en la pequeña aldea donde el viento la había llevado. Llevaba algún
tiempo sin volar en su globo rojo, algo le decía que debía permanecer ahí. Estaba
usando las tintas que le diera el mercader, probando sus poderes ocultos. Ella
también tenía una gran encomienda: diseminar la Magia con su pluma de pavo
real. No importaba que fuera letra por
letra, palabra por palabra hasta los acentos y los signos contaban, sin
embargo, en lo más profundo de su ser sabía que necesitaba al hacedor de libros
para expandir la magia de su escritura. Cada noche se dormía con el anhelo de
ser encontrada. Un anhelo que se guardaba en el corazón.
Aquella noche, el divino Maestro
llamó a la Magia y le entregó una llave en forma de estrella y le pidió que se
la llevara a donde hiciera falta. Era la llave que liberaba los anhelos. Mientras
Lavi dormía, la Magia sigilosa abrió su corazón y liberó su más preciado
anhelo.
Cuando los anhelos son libres
para volar, se van al mundo real para hacerse visibles. Sólo era cuestión de
tiempo. El encuentro era inevitable.
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