lunes, 13 de enero de 2014

AL FIN Y AL CABO SOY UNA SOÑADORA


El hacedor de libros estaba tan ocupado que no había revisado su brújula que le orientaba para buscar los escribanos que le faltaban para cumplir su  encomienda. Debía  reunir textos escritos con plumas de diferentes aves. Cada especie de pluma tenía un poder especial y hacía que su portador se convirtiera en un escribano del alma.  Aunque eran muchos y estaban diseminados por todos los reinos, tenían una misma misión: colaborar con el plan divino del amor, tocando corazones a través de la palabra escrita. El buen hombre ya había encontrado los textos escritos con pluma de águila,  cisne,  búho,  colibrí y gaviota sin embargo, le hacía falta encontrar a los portadores de la pluma de pavo real y de ave fénix.

Mientras tanto, Lavi escribía cuentos de sanación para corazones atormentados, en la pequeña aldea  donde el viento la había llevado. Llevaba algún tiempo sin volar en su globo rojo, algo le decía que debía permanecer ahí. Estaba usando las tintas que le diera el mercader, probando sus poderes ocultos. Ella también tenía una gran encomienda: diseminar la Magia con su pluma de pavo real.  No importaba que fuera letra por letra, palabra por palabra hasta los acentos y los signos contaban, sin embargo, en lo más profundo de su ser sabía que necesitaba al hacedor de libros para expandir la magia de su escritura. Cada noche se dormía con el anhelo de ser encontrada. Un anhelo que se guardaba en el corazón.

Aquella noche, el divino Maestro llamó a la Magia y le entregó una llave en forma de estrella y le pidió que se la llevara a donde hiciera falta. Era la llave que liberaba los anhelos. Mientras Lavi dormía, la Magia sigilosa abrió su corazón y liberó su más preciado anhelo.

Cuando los anhelos son libres para volar, se van al mundo real para hacerse visibles. Sólo era cuestión de tiempo. El encuentro era inevitable.

 

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