Morí con el amor que no
entregué.
En el instante último de
mi vida se me escapó,
no quería irse a la
tumba.
Decidió volver al lugar
cósmico dónde pertenecía.
Se volvió polvo de
estrellas,
ala de ángel,
luz del firmamento,
sombra de luna,
se recicló en el Cosmos.
Se salvó a sí mismo,
en realidad no me
pertenecía,
me fue dado para darle
sentido a mi existencia.
Era moldeable,
podía tomar cualquier forma.
Era vasto,
alcanzaba para todo.
Habitaba en mi corazón
no sé si fue un buen
lugar…
¡Ay mi corazón!
Tan sensible y a veces,
tan acorazado.
Tan húmedo y tan
desgarrado.
Tan misterioso.
Muchas fueron las veces
en que el Amor
se volvió tinta y el
corazón, tintero.
Un amor no entregado,
quizás por orgullo,
por un perdón no otorgado
o simplemente un amor que
tenía que guardar
para no morir vacía.
Un amor trascendente,
que estuvo siempre
presente.
Un amor inefable,
que escapó a mi necedad de explicarlo con
palabras.
Un amor romántico,
que suspiros me
arrancaba.
Un amor utópico,
que me salvaba.
Un amor de colores, una
dulce ilusión.
Morí con el amor que no
entregué…
Mi cuerpo inerte quedó
Y el amor que habitaba en
mi corazón,
se me escapó en forma de
poema.
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