¡Cuánta
vulnerabilidad!
Así
caí en un vacío silencioso y oscuro que parecía no tener fondo ni sentido. Cuando
dejé de resistirme a la caída estrepitosa, la Aceptación me tomó en sus brazos
y me depositó en un espacio para gestarme de nuevo. En el reposo del útero
cósmico. En el Caos donde habitan todas las posibilidades. Un cofre dorado, mi
propia arca llena de tesoros. Hurgo y encuentro mi corona. ¡Es tan bella! De
base circular donde emergen dos arcos que se elevan y convergen en la cúspide; forro
aterciopelado. Zafiros, rubies, citrinos, topacios y amatistas incrustados, la
visten. Un diamante en forma de luna se alza presumido en la punta. Es la
corona de la Autenticidad. Ya no hay más roles que representar cuando la
memoria del olvido retorna.
Soy
una extensión del AMOR Creador, un rayo de luz prístina, una energía expansiva,
un viajero en sueños… ¡ya no necesito los disfraces del mundo! Porque he
recordado mi Origen Cósmico… y sin embargo, he de volver a la geografía donde
aparento habitar. Sintonizada con la
madre Natura, agradezco al otoño que se despide entre ráfagas de viento y hojarascas
danzantes.
La
cosecha fue sublime. Volver a Paris fue un sueño hecho realidad. Estar frente a
ella agitó mi corazón: tan digna, tan bien cimentada, tan sí misma. Soberana.
La torre Eiffel como un recordatorio de mi soberanía interior.
Ella, la
torre.
Mi
proyección ahora introyecto.
Ella en
mí… en todos mis otoños restantes.
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