miércoles, 4 de diciembre de 2024

OTOÑO 2024


 En el otoño de mi vida, las heridas se han convertido en cicatrices. Ahora son tatuajes del alma que cuentan una historia como las pinturas rupestres en las cuevas. Mi cuerpo desgastado por el tiempo lleva un ritmo más lento. Ya no tengo prisa. Como los árboles que quedan deshojados, me he desnudado de mi antigua personalidad.

¡Cuánta vulnerabilidad!

Así caí en un vacío silencioso y oscuro que parecía no tener fondo ni sentido. Cuando dejé de resistirme a la caída estrepitosa, la Aceptación me tomó en sus brazos y me depositó en un espacio para gestarme de nuevo. En el reposo del útero cósmico. En el Caos donde habitan todas las posibilidades. Un cofre dorado, mi propia arca llena de tesoros. Hurgo y encuentro mi corona. ¡Es tan bella! De base circular donde emergen dos arcos que se elevan y convergen en la cúspide; forro aterciopelado. Zafiros, rubies, citrinos, topacios y amatistas incrustados, la visten. Un diamante en forma de luna se alza presumido en la punta. Es la corona de la Autenticidad. Ya no hay más roles que representar cuando la memoria del olvido retorna.

Soy una extensión del AMOR Creador, un rayo de luz prístina, una energía expansiva, un viajero en sueños… ¡ya no necesito los disfraces del mundo! Porque he recordado mi Origen Cósmico… y sin embargo, he de volver a la geografía donde aparento habitar.  Sintonizada con la madre Natura, agradezco al otoño que se despide entre ráfagas de viento y hojarascas danzantes.

La cosecha fue sublime. Volver a Paris fue un sueño hecho realidad. Estar frente a ella agitó mi corazón: tan digna, tan bien cimentada, tan sí misma. Soberana. La torre Eiffel como un recordatorio de mi soberanía interior.

Ella, la torre.

Mi proyección ahora introyecto.   

Ella en mí… en todos mis otoños restantes.




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