jueves, 25 de septiembre de 2025

ENTRE LÍNEAS

¿Quién podría poseer el Misterio de lo que realmente eres?

A ti, no hay que explicarte, ni entenderte, alabarte, ni temerte o adorarte.

A ti, hay que experimentarte. Contemplarte. Leerte entre líneas. Descifrarte…

 Eres la energía que da vida al entretejido, la fuerza primigenia de amor, la inteligencia suprema, el orden universal. Podría seguir en mi intento por definirte. Eso ha hecho la raza humana por eones.

Necesito romper el patrón.

Ya no esperaré a tener una palabra para nombrarte. Porque eso era lo que estaba buscando: Un vocablo que vibrara en mí, para acercarnos.

¿Cómo sentir al Universo tan impersonal, íntimo?

¿Cómo compactar la Creación en dos sílabas?

Ahora me doy cuenta de que estar separados es una ilusión.

Debo parar mis razonamientos.

Sé que mis respuestas lógicas y terrenales no tendrán, aquí, respuestas porque ellas habitan en lo Cósmico, en el Misterio, en lo Intangible.

 Así que no me queda más remedio que elevarme.

 Ascender.

Hoy, he de rendirme a lo que no se puede nombrar y aun así saber, con todo mi ser, que existes ¡DIOS!

                                        

La indevota


Imagen creada con Copilot

miércoles, 17 de septiembre de 2025

LA INDEVOTA

 

Hace un año amanecía en París. Era el anhelo de mi corazón, regresar a la ciudad luz. Era la tercera vez que pisaba suelo francés.

La primera, fui como la típica turista. Tenía solamente quince años. La segunda, fue en el 2013 cuando acompañé a mi querida amiga, Andrea a visitar a su hermana que radica en Andrésy, un curioso poblado a las afueras de la ciudad. En aquella ocasión, conmovida hasta las lágrimas, pude sentir frente a un cuadro de Vincent Van Gogh la vibración que conecta a todos los artistas que han estado en París. Algo mágico debía tener ese lugar que atraía a creadores de todas las corrientes y las épocas. El cuadro colgaba de un murete del Museo d´Orsay, una antigua estación de tren con su emblemático reloj que desde la fachada mira al río Sena.

         Mi tercer viaje tenía una intención diferente. Era un reencuentro con la magnífica Torre Eiffel. Un símbolo que resuena profundamente en mi interior. ¿Qué cómo lo sé? Lo descubrí, un día, entre las líneas de mi diario.

Los psicólogos dicen que “proyectamos” en las personas nuestra sombra. Es decir, vemos afuera lo que no podemos ver dentro de nosotros mismos. Así, el otro nos sirve de espejo. La mayoría de las veces las proyecciones son negativas. Por ejemplo: Si critico ferozmente a un mentiroso, es porque probablemente yo también lo soy, pero no lo quiero asumir. El punto es que me di cuenta de que yo proyectaba algo en la torre construida por Gustavo Eiffel en 1889.

¿Proyectarme en un objeto era posible? Y si era cierto, ¿qué era “eso” que el emblemático monumento me reflejaba?

“Soberanía”, fue la respuesta. Ahí estaba ella, tan digna y tan dueña de sí misma. Tenía que sentirla en cada poro de mi piel. Los cinco días que duró nuestra estancia en París, la fui a ver diariamente. Si de día era hermosa, de noche resplandecía como ama y señora de la ciudad.

Podría haberme quedado ahí, admirándola para siempre, pero todo viaje tiene su final. Me despedí de ella, agradecida y con la promesa interior de ser dueña y soberana de mí misma. La llevaría siempre en mi corazón.

El recuerdo de aquel viaje aún alegra mi alma y es, además consuelo en el ahora. La Vida nos sorprendió con giro brutal.  Llevo tres meses a cargo de mi madre, quien sufrió un derrame cerebral con graves secuelas. Y aunque no está viviendo en mi casa, tengo la responsabilidad de facilitarle todo lo que requiera para su mejor estar. Su vida se derrumbó de un día para otro. En el instante en que un coágulo se alojó donde no debía, privando de oxígeno a la parte del cerebro encargado del habla y la deglución. Desde entonces vivimos en un duelo extraño. Ya no es la que fue. Esa guerrera independiente a la que no se le atoraba nada. Ahora está viviendo el otro extremo de la polaridad. Cien por ciento dependiente, necesitando cuidados de veinticuatro horas.

         He llenado páginas y páginas con palabras que me ayuden a entender y aceptar esta nueva faceta en nuestras vidas. He comparado lo que pasó con una explosión, un naufragio, una tormenta, un desierto árido, entre otros paisajes. Las metáforas no me alcanzan para expresar esta conmoción que nos mandó al fondo del laberinto.

¿Crisis de Fe? Por supuesto, pero no por creer y dejar de hacerlo, sino por no creer. Las narrativas que escucho en otros miembros de la familia no me hacen ningún sentido. “Es la voluntad de Dios”, “Dios sabe porqué hace las cosas” “El Señor va a obrar un milagro” y ese tipo de frases trilladas que yo, sí me cuestiono. No me imagino a Dios frente a un tablero jugando con los destinos de los seres humanos.

Entonces tomo la pluma e indago:

¿Qué me pasa a mí con esta situación, ahora ineludible, que me altera, incomoda, afecta, sacude, cimbra, que me trastoca hasta lo más íntimo de mi ser?

         Quiero llegar al fondo. Deambular en los confines del significado y el sentido hasta encontrar las repuestas. Y poco a poco, como una fotografía, se revela el sentido oculto en el cuarto oscuro de mi alma.

         Para que una imagen se imprima, primero hay una impronta lumínica. Todo proceso oscuro fue primero, tocado por la luz. El proceso de revelado es la luz recordándose a sí misma.

Me pregunto si todas las tragedias tienen el sentido profundo de volvernos místicos.

Ya el Misticismo rozaba el dintel de mi alma, el año pasado en el mismo viaje. Después de París fuimos a Grecia. El barco navegaba por el mar Egeo. Hizo escala en la isla rocosa de Patmos donde Juan, el apóstol de Jesús fue exiliado por el emperador romano, Domiciano.  Se cuenta que fue en una cueva, ahora convertida en monasterio, donde Juan recibió la Revelación del Apocalipsis.

Un año después, tengo mi Epifanía.

Yo, la indevota, fui transfigurada como Jesús en el Tabor. Tocada por el Misterio de la Luz que resplandeció como un rayo fulminante. Por un instante, dejé de ser humana para recordarme etérea. Después volví a ser de carne, sin embargo, la luz ya había dejado su huella. Ya no soy la que cuestiona. Como Teresa, fui herida con la flecha de la Fe. Convertida en llama viva y ardiente alumbraré el camino que nos toca recorrer porque:

 “Todo se pasa. Dios no se muda. La Paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta”.

 

                                                   Imagen creada por Copilot

 

AFECTACIÓN


Los aretes aperlados completaron el atuendo. Me miré en el espejo y sonreí. Me acomodé el dije que me obsequiaste.  “Vos sos una diosa” me habías dicho.

Llegué al Centro de Convenciones donde darías la ponencia. Apareciste en el escenario. Pantalones caqui, mocasines avellana y camisa floreada con los tres primeros botones abiertos. Tu pecho, espeso y encanecido se asomaba. Antes de que mi imaginación pudiera volar, me descubriste entre la audiencia. Me pediste que me sentara en la primera fila. No hubo tiempo de más. El presentador resumió tu impresionante trayectoria.

“Los afectos están para ser sentidos, no para ser pensados”… Fue tu frase de apertura. Vaya que eres bueno con el verbo. Los asistentes, la mayoría público femenino, te escuchaban sin parpadear; pero yo ya no estaba ahí, sino en aquella cabaña donde nos habíamos entregado, al ritmo del crepitar del fuego. Todavía me pregunto ¿Cómo conseguiste afectarme? ¿Convencerme de romper mis estrictas reglas? Tu propuesta, potencialmente erótica, me revistió la piel de deseo. Me abrace a tu delirio en aquella aventura fugaz.

Tu voz rasposa con acento extranjero me devolvió al salón. Narrabas con maestría, la historia de Dioniso, el dios griego del vino y del éxtasis. Yo, fui tu Ariadna. Encarnamos el mito y luego, te eché de mi vida porque eras un fuego tan ardiente que terminaría por consumirlo todo.

Vino la sesión de preguntas y respuestas. ¿Cuántas de las asistentes habíamos sido tus alumnas seducidas? ¡Qué ganas de levantar la mano y que respondieras mi dilema ético! No, no era mi intención ridiculizarte. Aunque sólo fui un número más en tu lista de conquista, no estaba ofendida sino agradecida.

Había ido a decírtelo, pero no podía correr el riesgo de sentirte cerca. Una palabra tuya hubiera bastado para arrebatarme, una vez más, la razón.

Antes de que terminaran los aplausos, desaparecí entre la multitud.

 Los aretes aperlados completaron el atuendo. Me miré en el espejo y sonreí. Me acomodé el dije que me obsequiaste.  “Vos sos una diosa” me habías dicho.

Llegué al Centro de Convenciones donde darías la ponencia. Apareciste en el escenario. Pantalones caqui, mocasines avellana y camisa floreada con los tres primeros botones abiertos. Tu pecho, espeso y encanecido se asomaba. Antes de que mi imaginación pudiera volar, me descubriste entre la audiencia. Me pediste que me sentara en la primera fila. No hubo tiempo de más. El presentador resumió tu impresionante trayectoria.

“Los afectos están para ser sentidos, no para ser pensados”… Fue tu frase de apertura. Vaya que eres bueno con el verbo. Los asistentes, la mayoría público femenino, te escuchaban sin parpadear; pero yo ya no estaba ahí, sino en aquella cabaña donde nos habíamos entregado, al ritmo del crepitar del fuego. Todavía me pregunto ¿Cómo conseguiste afectarme? ¿Convencerme de romper mis estrictas reglas? Tu propuesta, potencialmente erótica, me revistió la piel de deseo. Me abrace a tu delirio en aquella aventura fugaz.

Tu voz rasposa con acento extranjero me devolvió al salón. Narrabas con maestría, la historia de Dioniso, el dios griego del vino y del éxtasis. Yo, fui tu Ariadna. Encarnamos el mito y luego, te eché de mi vida porque eras un fuego tan ardiente que terminaría por consumirlo todo.

Vino la sesión de preguntas y respuestas. ¿Cuántas de las asistentes habíamos sido tus alumnas seducidas? ¡Qué ganas de levantar la mano y que respondieras mi dilema ético! No, no era mi intención ridiculizarte. Aunque sólo fui un número más en tu lista de conquista, no estaba ofendida sino agradecida.

Había ido a decírtelo, pero no podía correr el riesgo de sentirte cerca. Una palabra tuya hubiera bastado para arrebatarme, una vez más, la razón.

Antes de que terminaran los aplausos, desaparecí entre la multitud.


                                                               Imagen creada con Copilot

 

domingo, 6 de julio de 2025

EMBUSTERA

 

Me volví embustera a causa del Amor. La verdad acabaría con la Esperanza.

    En un giro brutal, la Vida te volvió niña. Frágil y vulnerable. Mi deber era protegerte. Cuidar lo que quedó de ti...

    "Convertirme en un Espejo de Fe donde pudieras mirarte" era la encomienda, pero mi Fe estaba perdida.

    Fui a buscarla a los templos de los hombres y no la encontré. Entre las homilías, las prédicas y los sermones, sin embargo, me sonaban como palabras huecas. Hurgué entre los crucifijos, los íconos y el arte sacro; en los textos sagrados. Traté de robar un poco del devoto peregrino, de las fiestas patronales, de las alabanzas, las oraciones y las plegarias.

    Regresé de la búsqueda fallida, con las manos vacías. Me convertí entonces en un Espejo de Fe aun sin creer. Me volví embustera a causa del Amor.

    Aquel exilio vino a mi memoria. La isla, la cueva, el apóstol y la Revelación. Y de pronto, tuve una visión: Nuestra propia isla... virgen, inexplorada.



                                                     Imagen creada con Copilot

 

 

NÁUFRAGAS

 

Después del naufragio, flotamos entre los escombros.

    Tú te llevaste la peor parte. Yo, sólo fui un daño colateral. Cuando nos reencontramos en el barco encallado, ya no eras la misma. Otrora guerrera de mil batallas. Quedaste postrada en una cama que se ha vuelto cuna y jaula.

    Ahora el Silencio te acompaña y tu mirada se hace elocuente. Trato de descifrarte en el mar azul de tus ojos perdidos y confusos; en tu media sonrisa, en tus gestos mínimos y tus suaves movimientos que, como una marea baja, quedaron. Te hundiste hasta el fondo del mar, como un espejo roto que nos cuesta mirar. Nos duelen los fragmentos. Lo que quedó de ti. Y en medio de los restos, tengo que mentirte para darte Esperanza. Me convierto en una embustera, sin embargo, la mentira es mi ofrenda. El Amor no me juzgará.

    Sí, madre mía ¡navegaremos entre las ruinas, con las velas rotas! Mi corazón será la brújula. Como los antiguos navegantes, haré un mapa con las estrellas. 

    Sólo esperemos un poco... Tal vez con el amanecer llegue la Fe entre las ráfagas del viento.



                                               Imagen creada con Copilot

jueves, 26 de junio de 2025

EL OASIS DE LA RESILIENCIA

 La explosión la arrojó al desierto. Fue un daño colateral. Deambuló confundida  días y noches. Aquella aridez parecía no tener fin. Necesitaba encontrar un oasis. Uno propio para recobrar las fuerzas. Tenía que volver al teatro. No, no era una elección. El guion estaba escrito. El papel de hija debía ser representado. Aun entre los escombros…

De pronto lo reconoció. Debía ser un espejismo. Un hombre de túnica sentado sobre una duna. Estaba rodeado de un halo de luz tan brillante como el sol. Aunque estaba solo, la corte celestial lo acompañaba. Oraba como era su costumbre. Debía sentirse meditativo. Se sentó en silencio junto a él. Las palabras fueron innecesarias. Cuando lo buscó con la mirada ya había desaparecido.

Rememoró los días juntos en la colina, cuando lo había conocido. La dulce compañía, los dichos sabios y la dirección certera. Recordó su promesa: “Mi paz te acompañará a donde quiera que vayas”. No podía echar en saco roto todas las enseñanzas. Las llevaba en el corazón como inscripciones antiguas. Cuando dejó la colina, también la cubría un halo de luz. No podía permitir que se difuminara, aunque la Duda la habitara en la inmensidad de aquel desierto.  

“Mi fuerza humana ya no me sostiene, por favor, necesito ser sostenida por una fuerza cósmica” soltó, en forma de plegaria, antes de quedarse dormida bajo una escuálida palmera.

La semilla de la Fe quedó sembrada bajo la sonrisa tímida de la luna creciente.  

Un aullido suave la despertó. Era un pequeño zorro de pelaje rojizo que corrió hasta detenerse frente a un oasis a beber agua.

Ella se inclinó también no sólo a saciar la sed, sino como un acto de rendición.

Su corazón, infusionado con las aguas de la Resiliencia, le marcó el rumbo de regreso al teatro. Sus pasos tambaleantes fueron tomando fuerza.

Cuando llegó se metió entre las ruinas del escenario. Las cortinas desgarradas, los tablones apilados, una cama maltrecha y un espejo hecho añicos. Recogió los fragmentos y miró la fragilidad de su madre, postrada en una cama que se volvía cuna y jaula. Volvía a ser una niña de brazos, frágil y vulnerable. ¿Dónde había quedado la guerrera de mil batallas, la del espíritu invencible? ¿Quién la había imposibilitado de esa manera? ¿Acaso no merecía un final más digno para la travesía de su vida? ¿Qué misterio se escondía en la brutal experiencia? El monólogo mental no tendría respuestas inmediatas. Éstas llegarían con el cambio de estación.

Se inclinó en silencio y le tomó la mano. Honro la vida de su madre y su destino. Le dio las gracias. Mirarla luchar con el cuerpo vencido le era insoportable. Así que se quitó los ropajes de hija y se atavió de fiel guardián.

Custodiaría el umbral de la vida y la muerte para ella mientras libraba la batalla última...



                                                                                Imagen generada con IA 
 

martes, 18 de marzo de 2025

BROTE Y PROMESA

El Invierno se retira. Ella le agradece haberla resguardado bajo las raíces. Se nutrió de lo profundo de la tierra. Ahora sale como un brote que la Primavera hará crecer. Ya no tiene duda.

La vieja factura, hecha de papel, quedó enterrada bajo aquel árbol. Se convertirá en humus. Sin tener que cobrarla ahora ella podrá dirigir su energía hacia el sol, como los girasoles que buscan la luz.

Su Intuición la ha alejado, poco a poco, de los lugares que la constriñen. Algunas personas también son territorios a los que ya no pertenece. Ya no pueden retenerla porque ahora tiene alas.

Ha comenzado a disfrutar. Respira, se sabe orgánica, parte de la Naturaleza y también sideral, parte de algo más Grande. Se niega a antropomorfizar al Poder Creador. Las narrativas limitantes ya no resuenan con su libre espíritu.  

Está lista para que todo el Conocimiento adquirido, baje también al corazón. Se ha vuelto más observadora y menos juiciosa. Cada día, intenta recoger sus proyecciones. No siempre lo consigue, sin embargo, hace el esfuerzo. Ya no tiene que salvar a nadie. Cada uno es responsable de sus siembras, aunque deja huellas por si alguien desea seguirlas.

Ella y la Primavera se encuentran en la bifurcación. Se saludan y caminan, como dos viejas amigas, por el sendero de la izquierda. 

El letrero dice: El Camino del corazón…


                                                           Imagen tomada de Pinterest