Su vida se apaga como la
tenue llama de una vela. Las fuerzas lo van abandonando de a poquito. Quiere
descansar. Después de una larga vida, es su derecho. Nadie escapa del sueño de
la Muerte. ¿Y si la Vida fuera el ensueño y la Muerte el despertar? La
liberación del cuerpo para fundirse con la Conciencia Infinita de Dios…
Mirará entre visiones lo que fue su Vida, el inevitable recuento… Aciertos y yerros. Tristezas y alegrías. Amor y sacrificios. Resentimientos y gratitudes. Humildad y orgullo. Una estirpe que se alarga hasta los bisnietos. El apellido que los nombra y los honra.
La historia deja de importar, cuando el final se acerca. Se desvanecen los límites del cuerpo y del tiempo. Sólo quedan las huellas del camino andado y el anhelo de reunirse con el Amor infinito. Ése, que siempre buscamos y que olvidamos llevamos dentro, como un hilo dorado que nos conecta a toda la Creación.
Escuchará el llamado de su amada, de su madre, de quienes
amorosamente lo esperan del otro lado del velo. Se disolverá en un abrazo de
luz.
Dejarlo ir es un acto de
amor. Decirle gracias, para despedirlo.
La fuerza vital escapará
en el último suspiro. Descubrirá el Gran Misterio. Será libre. Será recordado.