miércoles, 2 de septiembre de 2020

DISECCIÓN

 

Me gusta comparar la vida con una obra de teatro. Así puedo observar a quienes en ella actúan como personajes, incluyéndome a mí misma. 

A quienes nos gusta escribir, sabemos bien cómo crear un personaje: Tenemos que darle un nombre, imaginar su aspecto físico, temperamento, sus gestos y manías, situarlo en un contexto para después crear toda una historia a su alrededor. Quizás tomemos atributos prestados del tío gruñón de la familia o revivamos a alguien del pasado. Como quiera que sea, nos sentimos un poco dioses. Todopoderosos al diseñar su destino. Haciéndolo pasar por la emocionalidad y los dramas humanos. Y de tanto escribir, me surge la duda ¿no seré yo misma un personaje?  ¿Quién me concibió con mis atributos? Virtudes: responsable, sensible y creativa. Defectos: rencorosa, intolerante, mandona; solo por citar algunos. Quiero diseccionar mi personaje, capa por capa, conocer su entretejido. Desentrañarlo. ¿De qué está hecho? ¿A quién se le ocurrió que el abandono marcara mi vida y toda esa intrincada historia con mi padre? ¿Tenía que doler tanto? Dos operaciones de columna ¿es en serio? Ama de casa, desposada con un piloto y madre de dos hijos. Mujer, hija, hermana, sobrina, tía y amiga de alguien. Nacida en la CDMX un 26 de enero de 1969. Para mi fortuna, quien me caracterizó me dio el talento de escribir. Supongo que de lo contrario habría enloquecido.  Miro mi pluma. Se me ocurre que quizás… pueda reescribirme, hacer una mejor versión de mi misma. Recargo la pluma en el papel y me pierdo en el Mundo de la Imaginación donde habitan todos los personajes. Me busco. Quizás me encuentre leyendo bajo la sombra de un árbol o recogiendo flores de lavanda. No, no estoy en los jardines. Este mundo tiene tantos parajes… De pronto me veo cruzando un puente de madera. Sí, soy yo cargando una maleta. ¿A dónde voy? Me acerco. El personaje que soy voltea a verme y me dice:

—Ya no voy a actuar más tu vida. He renunciado.

—¿Perdón? ¿Me hablas a mí?  

—Por supuesto que te hablo a ti. Quieres escribir una mejor versión de ti misma ¿no es cierto?

—Bueno sí…era un decir.

—Honremos la palabra—me dice— la verdad estoy muy cansada de tus dramas.

Sólo en ese instante pude imaginar el peso que ha cargado.

—Si no me voy, no habrá espacio para la restauración.

—¿Cuál restauración?

Mi personaje simplemente se encoge de hombros, se da la media vuelta y sigue su camino por el puente. Al verla noto sus hombros gachos y sus pies pesados como el plomo. Se aleja al tiempo que comienzo a sentirme ligera, sin peso. Desfilan por mi mente etapas de mi vida, situaciones y experiencias.  ¿Acaso estoy muriendo? Si no soy el personaje que se ha marchado ¿quién soy en realidad? Un viento fresco me toca la cara. Comienzo a escuchar una voz que me habla dulcemente.

— Lo has olvidado, pero yo te lo diré: Eres una extensión del Amor que te creó, del cual nunca te has separado. ¡Eres puro amor!

—¿Y el personaje?

—Era una ficción. 

—No comprendo lo que está pasando. Parecía tan real.

—Ahora eres libre para ser quien siempre has sido en esencia.

 Una luz me ilumina. Los límites se desvanecen. Ya no distingo la separación

entre la obra, el teatro, el escritor, el guion y el actor.

El deseo de mi corazón se restaura… Sólo quiero personificar el Amor que soy. 


Metepec, México 

Septiembre de 2020 

Durante el confinamiento.


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