El lugar no
me era ajeno. Ahí había recibido tiempo atrás, un valioso regalo. Regresar al
lugar que una vez se volvió refugio, regocija el corazón. El otoño se acercaba
a su fin. Era el tiempo ideal de cerrar ciclos.
Aquella
mañana, me uní a un grupo de personas que al igual que yo, querían sanar. La intención estaba puesta. Las rosas nos
regalaban no sólo su aroma sino su alta vibración de amor. Sin que los ojos
físicos los vieran, los hilos invisibles nos unían: En cada corazón habitaba el
anhelo de paz. Las mismas emociones se anidaron en nuestros cuerpos.
Confundidas quisieron quedarse, pero en esta experiencia humana todo es
temporal. Fuimos guiados por tres mujeres que amorosamente compartieron las
herramientas que habían encontrado en su camino andado. Algunos van delante,
otros detrás en este andar evolutivo. Todos somos peregrinos, hermanos, buscadores
del Santo Recuerdo de Dios.
De pronto
apareció la palabra mágica: INTENTO. “Intento amarme, aceptarme, perdonar y
perdonarme”. La Compasión nos abrazó a
todos. No, no se trataba de resolverlo todo de tajo. Un pequeño esfuerzo, una
pizca de voluntad, un simple paso sería suficiente. No había prisa, el amor de Dios no desespera.
Las
bendiciones se derramaron: Un atisbo de cielo. Un asomo de intemporalidad. Un
túnel de luz. Un destello prístino. Una promesa.
Y así en el
nombre de Dios, con el Arcángel Miguel a nuestra derecha, el Arcángel Gabriel a
nuestra izquierda, el Arcángel Uriel frente a nosotros, el Arcángel Rafael
detrás y por encima la Divina Presencia nos despedimos en paz.
AIKI
Metepec, Estado de México
Noviembre 2018
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